TONOLEC / NACION EKEKO

El charango como integrador de los pueblos latinoamericanos.

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Mi vínculo con Diego data de varios años antes de la construcción de su charango. Todo comenzó cuando me encargó la tarea (para nada sencilla) de instalarle clavijas hidráulicas a su Guembri – instrumento musical étnico de origen marroquí, compuesto por un mástil cilíndrico y una caja de resonancia cubierta con piel de camello-. Desde ese momento, comencé a encargarme del mantenimiento y reparación de los variados instrumentos que utiliza intensamente sus grupos Tonolec y Nación Ekeko. Sin embargo, al cabo de un tiempo, Diego me escribió con una propuesta particular que resolviera sus necesidades, propias de un músico en constante renovación que lleva su música a los escenarios más diversos. Se trataba de un charango que sea fácilmente transportable y lo suficientemente robusto como para soportar intensos viajes por el mundo, que presente la posibilidad de ser tocado en cualquier contexto ¡inclusive en un avión! y que tenga un sonido fiel al charango tradicional. Y así comenzó mi viaje.

Más allá de las especificidades técnicas, lo primero que se me vino a la cabeza fue la cuestión estética. Era consciente de que ese aspecto es central en las presentaciones de Diego, que usualmente van acompañadas de exuberantes vestimentas y conciertos inmersivos en donde lo visual es tan importante como lo sonoro. Tras una revisión de sus variadas vestimentas y escenografías, me detuve en la temática que estaba utilizando en aquél momento: “el hombre pájaro”. Las aves cumplieron un rol central en la cosmovisión de las diferentes culturas prehispánicas de toda américa, siendo representadas en cerámicas suntuarias, tejidos, pinturas rupestres y variadas expresiones, incluyendo las famosas líneas de Nazca en Perú. Cada cultura les otorgó diferentes significados y atributos a las aves de su entorno, asignándoles roles tan importantes como la representación de un linaje ancestral o la conexión con el inframundo. 

Basado en el sombrero que acompañaría sus presentaciones con el nuevo instrumento, comencé a hacer mi trabajo. Mi intención fue usar materiales naturales y genuinos provenientes de diversos rincones de América, que expresen los colores y las texturas de nuestro heterogéneo continente. 

 

Comencé trabajando sobre el golpeador (pickguard), sección del instrumento que me permite desplegar el diseño utilizando maderas de elevada dureza, que funcionan como protección ante el típico rasgueo utilizado al ejecutar el charango. La figura central del diseño es un ave que se ubica en el primer plano de la escena. Se trata de un ave con características típicas de un clima tropical, de pico grande y coloridas plumas caracterizando al ambiente selvático. Se encuentra mirando hacia el sol, deidad venerada en numerosos pueblos prehispánicos, fuente de luz y calor, astro que orienta los períodos de siembra y cosecha y que guía los más importantes rituales y festividades.

A lo lejos, en el fondo de la escena, la cordillera de los Andes, columna vertebral de Latinoamérica, fuente de riquezas naturales que sustentaron a los pueblos andinos y que guiaron el comercio entre los diversos grupos humanos. Esta cadena montañosa que fue asiento de extensos caminos, conectó los diversos ambientes y sus recursos, posibilitando el intercambio y el vínculo entre los pueblos originarios. Selva y altiplano, mar y cordillera, mundo e inframundo, dualidades milenarias y omnipresentes reflejadas en las diversas expresiones artísticas del pasado y el presente latinoamericano, plasmadas ahora en este instrumento. Un instrumento que seguirá recorriendo caminos, atravesando cada rincón de nuestro continente.

"Selva y altiplano, mar y cordillera, mundo e inframundo, dualidades milenarias y omnipresentes reflejadas en las diversas expresiones artísticas del pasado y el presente latinoamericano, plasmadas ahora en este instrumento."

"En el ojo del ave fue central la búsqueda de una mirada profunda, cautivante, misteriosa"

Las maderas utilizadas en el diseño fueron cuidadosamente seleccionadas, buscando siempre conjugar matices y texturas respetando sus colores y dibujos naturales. Como lienzo utilicé Nogal criollo proveniente de los bosques tucumanos, en el noroeste argentino. Su tonalidad amarronada y oscura me ofrece el contraste perfecto para el despliegue del resto de los elementos que componen el diseño.  Para el pico del ave, utilicé Spalted Maple. Se trata de una madera norteamericana de color amarillo blancuzco cuya característica particular en este caso, es haber sido colonizada por un hongo que en su paso dejó una delgada línea de color negro profundo, huella que quedará inmortalizada en el instrumento.

En el ojo del ave fue central la búsqueda de una mirada profunda, cautivante, misteriosa. Es por ello que utilicé un juego de contrastes entre la penetrante oscuridad del Ébano y la luminosidad intensa y profunda del nácar natural Abalone, proveniente de las costas del océano Pacífico. La gama de colores que van desde el celeste hasta el verde, con un brillo intenso y tridimensional que varía de acuerdo al reflejo de la luz, dan una idea de profundidad en la mirada, digna de un ser que enlaza ambos mundos. 

Las plumas se caracterizan por un raquis nacarado que descansa sobre el el intenso púrpura del Amaranto, madera originaria de la selva amazónica, también conocida como “Purple Hearth” (corazón púrpura), por su excepcional color. En lo alto se esgrime el sol, de rayos geométricos y color amarillo anaranjado. El Plátano fue la madera elegida para representar a este elemento tan importante, por el aspecto impetuoso de sus vetas que simulan un fuego ardiente. Finalmente, Iluminada por la luz del astro, se encuentra la cordillera de los Andes que ciñe la escena como un abrazo protector. Las vetas naturales del Viraró, orientadas con una leve pendiente, simulan los estratos naturales de la tierra. Completando la selección de maderas, el diapasón de Ébano, el puente de Guayubira y el cuerpo de Paraíso otorgan el contrapunto de colores que perfeccionan el instrumento, al tiempo que satisfacen los requerimientos técnicos de un instrumento profesional. 

En la búsqueda del sonido fiel y natural que caracteriza a los charangos acústicos, este instrumento se equipó con un micrófono Shadow Allegro con tecnología Nanoflex. Esta tecnología permite captar las vibraciones del instrumento en su totalidad, posibilitado el aporte sonoro de cada una de las maderas que lo componen, a fin de obtener un sonido auténtico y orgánico. El sistema de pre-amplificación es activo y blindado, lo que asegura la alta calidad del sonido al tiempo que impide la intervención de ruidos no deseados. Consta de un ecualizador de tres bandas –graves, medios y agudos- con función phase (inversión de fases para reducir el acople), indicador de batería baja y afinador incorporado. Como complemento, posee entrada auxiliar y salida para auriculares. Estas últimas características permiten, por ejemplo, ejecutar el instrumento sobre una canción o backing track reproducido desde el celular o cualquier otro dispositivo y escuchar la mezcla desde los auriculares, con la posibilidad de manejar los volúmenes de forma independiente. Así, es posible hacer música disfrutando de un sonido natural y envolvente de manera totalmente silenciosa para el entorno, posibilitando la ejecución del instrumento en cualquier momento y lugar. 

El charango “silent” de Diego –denominado así por ser silencioso- constituye una síntesis entre las posibilidades artísticas que ofrece este oficio, la belleza de los materiales naturales y la tecnología al servicio de la música. La música de Tonolec y Nación Ekeko nos invita viajar por cada rincón de Latinoamérica, en una mixtura de diferentes sonidos, dialectos y personajes que se combinan con el talento musical de Diego y las variadas herramientas que brindan las nuevas tecnologías. Un pedacito de mí es parte de cada uno de esos viajes a través de este charango y eso me llena de felicidad. ¡Gracias Diego por confiar en mi trabajo!